martes, 9 de diciembre de 2008

1ª Evaluación


La asignatura del trabajo de investigación a mi me esta resultando de mucha ayuda aunque solamente demos clase una hora a la semana. Con esta nueva asignatura estoy aprendiendo que los cuentos no solo son cuentos que un señor lo escribe lo lees y ya, no me he dado cuenta de todo lo que un cuento conlleva todo lo que te puede estar contando sin darte cuenta, lo que significa, porque el autor lo ha escrito…Yo elegí el cuento del patito feo porque es un cuento que lo lees y parece simple, sencillo, corto…pero solo eso parece porque no lo es. Es un cuento que se sale de lo normal es como si no hubieran unas reglas a seguir como los demás cuentos, es simplemente diferente. Pensé que podía aprender mucho con un cuento tan conocido como el patito feo y que me resultaría muy interesante investigarlo y descubrir que contiene en él.
Para mi este cuento es un clero ejemplo de que no hay que guiarse por el aspecto físico de una persona y que no por ser diferente ya tiene que ser feo.
Las dificultades que he tenido han sido a la hora de buscar más información porque tienes que leer mucho y luego puede que no haya nada que te sirva. Este trabajo me ha costado mas o menos el tiempo de una asignatura normal, casi todos los días buscas información aunque luego a lo largo de una o dos semanas solo has publicado una entrada.
Por ahora lo que he visto me interesa, me gustaría continuar con este proyecto y llegar ha hacer un buen trabajo porque me parece muy interesante ya que yo no me había imaginado que un simple cuento pudiera contener tantas ideas, información…

Mi opinón sobre la violencia en los cuentos


Yo opino que hay muchos cuentos populares para niños que se han transmitido desde hace muchos años y se han ido modificando poco a poco porque al principio se transmitían de forma oral. Entonces ahora por el simple hecho de que sean cuentos supuestamente para niños pequeños ya es normal que un niño lo lea y no se le ve violencia ni crueldad. Pienso que esta bien que los cuentos no sean reales ya que es bueno para su imaginación pero hay cuentos que son verdaderamente crueles y que a mi por ejemplo no me gustaría que me los contaran porque acaban muy mal, son muy tristes y duros para un niño pequeño. Hay gente que piensa que es bueno para que el niño se de cuenta que la vida no es todo bonito, que no es de color de rosa, vale pero creo que va a tener tiempo suficiente para darse cuenta él solo y que siendo pequeños tienen que disfrutar, jugar, pasárselo bien… que cuando eres niño no tienes preocupaciones y todo es fácil… Ser niño para mi es una etapa en la que nunca en tu vida repetirás, una etapa especia, despreocupada y muy feliz y que nadie tiene el derecho a amargarte tu infancia con cuentos que te dice que hay gente que se muere de hambre, niños enfermos, niños huérfanos, que la vida muchas veces es mala…. Hay que ser niño y disfrutarlo, ya habrá tiempo de ser mayor, consciente y responsable.

¿Tenen violencia los cuentos populares para los niños?


Se ha dicho muchas veces que los cuentos populares encierran una serie de “crueldades”, que no son aptas para el desarrollo emocional del niño y cuyas lecturas pueden estimular su agresividad. Los críticos consideran que varios de los cuentos populares, rescatados de la tradición oral por los hermanos Grimm y Charles Perrault, al menos en sus versiones originales, deben ser leídos sólo por los adultos, aun sabiendo que los niños, como todos los humanos, no están al margen de los actos de violencia y las “crueldades”, que a diario experimentan a través de las pantallas de la televisión o en la vida cotidiana.
Los instintos primarios y reprimidos, como es el caso de la agresión, pueden aflorar en cualquier momento y hasta dominar sobre la parte racional y consciente del niño, pues todos los individuos cargan genéticamente un instinto de agresión en la parte más irracional e inconsciente de su ser. No obstante, como bien apunta el psicoanalista Bruno Bettelheim: “La creencia común de los padres es que el niño debe ser apartado de lo que más le preocupa: sus ansiedades desconocidas y sin forma, y sus caóticas, airadas e incluso violentas fantasías. Muchos padres están convencidos de que los niños deberían presenciar tan sólo la realidad consciente o las imágenes agradables y que colman sus deseos, es decir, deberían conocer únicamente el lado bueno de las cosas. Pero este mundo de una sola cara nutre a la mente de modo unilateral, pues la vida real no siempre es agradable” (Bettelheim, B., 1986, p. 14-15).
Mucho antes de que exista una literatura escrita exclusivamente para niños, los cuentos populares -de hadas, ogros y princesas- se transmitían a través de la tradición oral y de generación en generación. Durante siglos, quizás milenios, los cuentos eran contados entre los adultos; empero, de tanto repetirse una y otra vez, llegaron también a gustar a los niños no sólo por el poder de la fantasía que alimenta el desarrollo de su personalidad, sino también porque abordan temas que les toca de cerca. Así pues, los cuentos populares se han convertido en un tesoro invalorable para los niños, incluso cuando no existía una literatura infantil propiamente dicha y en épocas en que la pedagogía no había advertido su importancia.
Con el transcurso del tiempo, los cuentos populares sufrieron una serie de mutilaciones tanto en la forma como en el contenido, y muchas de las adaptaciones, lejos de mejorar el valor ético y estético del cuento, tuvieron la intención de moralizar y censurar las partes “crueles”, arguyendo que la violencia era un hecho ajeno a la realidad del niño y algo impropio en la literatura infantil. De cualquier modo, una cosa es mutilar el contenido de un cuento, y, otra muy distinta, adaptarlo al nivel lingüístico o al desarrollo cognoscitivo del niño, quien, para gozar de la lectura, requiere comprender el léxico y la sintaxis del texto. Esto implica, por ejemplo, simplificar las descripciones largas, las frases irónicas y las moralejas, debido a que éstas son incomprensibles para los niños que no han alcanzado la etapa del razonamiento lógico, sobre todo, si consideramos los preceptos de la psicología evolutiva.
Si bien es cierto que la literatura infantil estimula la fantasía del niño y cumple una función terapéutica, es también cierto que los cuentos llamados “crueles” no tienen por qué ser censurados ni rechazados; por el contrario, deben ser presentados con un sentido crítico, ya que el propio niño vive en un mundo que no es un paraíso, sino un territorio lleno de tragedias e injusticias. Es más, los cuentos populares, al mismo tiempo que entretienen al niño, le ayudan a comprenderse mejor a sí mismo y contribuyen al desarrollo de su personalidad; claro está, cuando y siempre se los conserve y cuente en su forma original, pues cualquier tipo de mutilación que sufran sus partes más violentas no hará otra cosa que restarle importancia al cuento y malograr su contenido literario que, como en toda obra de arte bien concebida, es perfectamente comprensible para el niño.


lunes, 8 de diciembre de 2008

Análisis literario (como se sentía el patito feo solo por el simple hecho de ser diferente a los demás)


El Patito Feo fue escrito en 1845. En los últimos dos siglos este cuento ha sido uno de los pocos cuentos que han animado a varias generaciones sucesivas de seres "extraños" a resistir hasta encontrar a los suyos. Contiene una verdad fundamental para el desarrollo humano que, sin la asimilación de este hecho, el ulterior progreso de una persona seria precario y ésta no podría prosperar del todo desde un punto de vista psicológico sin resolver antes esta cuestión.

Si has intentado encajar en algún molde y no lo has conseguido, probablemente has tenido suerte. Es posible que seas una persona exiliada, pero has protegido tu alma. Cuando alguien intenta repetidamente encajar y no lo consigue, se produce un extraño fenómeno.

Cuando la persona es rechazada, cae directamente en brazos de su verdadero pariente psíquico, que puede ser una materia de estudio, una forma artística o un grupo de personas.

Es peor permanecer en el lugar que no nos corresponde en absoluto que andar perdidas durante algún tiempo, buscando el parentesco psíquico y espiritual que necesitamos. Jamás es un error buscar lo que una persona necesita. Jamás.

El exilio consolida y fortalece en cierto modo al patito. Aunque se trate de una situación que no le desearíamos a nadie por ningún motivo, su efecto es similar al del carbón natural puro que, sometido a presión, produce diamante.

En la granja

El patito es un símbolo de la naturaleza salvaje que, cuando las circunstancias obligan a pasar penurias nutritivas, se esfuerza instintivamente y se agarra con fuerza, a veces con estilo y otras con torpeza.

Las distintas criaturas de la aldea contemplan al patito "feo" y de una u otra forma lo consideran inaceptable. En realidad, no es feo, pero no se asemeja a los demás. ¡Es tan distinto!.

Al principio, la mamá pata intenta defender al patito que cree suyo. Pero, al final, se siente emocionalmente dividida y deja de preocuparse por aquel extraño retoño.

Sus hermanos y otras criaturas de la comunidad se le echan encima, lo picotean y lo atormentan. Quieren obligarlo a irse, pero el patito feo se muere de pena al verse rechazado por los suyos, lo cual es terrible, pues él no ha hecho nada para merecer este trato como no sea el hecho de ser distinto y comportarse de manera distinta, De hecho, sin haber alcanzado siquiera la mitad de su desarrollo, el patito padece un fuerte complejo psicológico.
Por regla general, el exilio se inicia sin culpa por parte del interesado y se intensifica por medio de la incomprensión, la crueldad de la ignorancia o la maldad deliberada de los demás. En tal caso, el yo básico de la psique sufre una temprana herida. Cuando ello ocurre, la víctima empieza a creer que las imágenes negativas que le ofrecen de ella son totalmente ciertas. Empieza a creer que es débil e inaceptable, y así lo seguirá creyendo por mucho que se esfuerce en modificar la situación.

La mamá pata tiene varias cualidades. Representa simultáneamente a la madre ambivalente, la madre derrumbada y la madre no mimada.

Como madre ambivalente: Se siente atacada por el hecho de tener un hijo distinto. Se siente emocionalmente dividida y, como consecuencia de ello, se derrumba y deja de preocuparse por el extraño hijo. Aunque al principio intenta mantenerse firme, la singularidad del patito pone en peligro su seguridad dentro de la comunidad y entonces esconde la cabeza y se zambulle.

La madre se doblega a los deseos de la aldea en lugar de tomar partido por su hijo.

Una atracción es su deseo de ser aceptada por la aldea. Otra es su instinto de supervivencia. La tercera es su necesidad de reaccionar ante el temor de que ella y su hijo sean castigados, perseguidos o matados por los habitantes de la aldea. Este temor es una respuesta normal a una amenaza anormal de violencia psíquica o física. La cuarta atracción es el amor instintivo de la madre por su hijo y su deseo de protegerlo.

La madre de un hijo que es distinto ha de poseer mucha resistencia.

Durante varias generaciones la madre que deseaba ganar el aprecio de los demás para su propia persona y para sus hijos necesitaba las cualidades que culturalmente le estaban prohibidas : vehemencia, intrepidez y fiereza.

Desde tiempo inmemorial un acto considerado heroico ha sido el remedio de la entontecedora ambivalencia.

Como madre derrumbada: Al final, la mamá pata ya no puede soportar el acoso que sufre el hijo que ella ha traído al mundo. Pero lo más revelador es que ya no puede tolerar el tormento que a ella misma le causa la comunidad como consecuencia de sus intentos de proteger a su "extraño" hijo. Y entonces se derrumba y le grita al patito: "Ojalá te fueras de aquí". Y el desventurado patito se va.

Cuando las personas se derrumban, suelen resbalar hacia uno de los tres estados emocionales siguientes : un lío (estan confusas), un revolcadero (creen que nadie comprende debidamente su tormento) o un pozo ( una repetición emocional de una antigua herida, a menudo una injusticia no reparada y por la que nadie pagó).

Cuando una madre se ve obligada a elegir entre su hijo y la cultura, nos encontramos en presencia de una cultura terriblemente cruel y desconsiderada.

Como madre no mimada: la imagen representada por la mamá pata es, como se puede ver, muy ingenua y poco sofisticada. Es una madre frágil. Hay muchas razones por las que un ser humano se puede comportar de esta manera: por ser una persona muy insegura desde el punto de vista psíquico, también por estar psiquicamente lastimada hasta el extremo de considerarse indigna de ser amada.
A una madre se la tiene que mimar para que mime a su vez a sus hijos.


http://www.acosomoral.org/patitofeo.htm

jueves, 13 de noviembre de 2008

Opino que...


Igual que el patito feo se convirtió en cisne, el autor de esta historia pasó de blanco de burlas a escritor universal. Los cuentos de Andersen sobreviven al paso de los años y continúan vigentes generación tras generación.

El autor se sentia como un patito feo



A pesar de que Andersen creció más próximo a su madre por la temprana muerte del padre, (cuando Hans contaba solamente con 11 años de edad), y por el carácter retraído del mismo, parece llevar en su ser claros rasgos de la personalidad de aquel hombre que, ante la incomprensión general se encerraba en sus pensamientos y en sus sueños, y que más tarde terminaría enrolándose en el ejército napoleónico.
Su aspecto de larguirucho y desgarbado, de abundante melena y una prominente nariz contribuía a dar una imagen ridícula a su persona, lo cual en cierto modo le marcaría para el resto de sus días. Sin embargo, Hans tenía siempre una fe absoluta en sí mismo.
Tuvo una infancia solitaria. Era un niño tímido, asustadizo y extremadamente sensible, al que hieren las bromas de sus compañeros y cualquier palabra mala. Lo que le pasaba a Hans es que era distinto, era como el patito feo de su cuento, que no era feo, ni patito, sino un hermoso cisne.
El tema de Aladino, hijo de un padre artesano como Andersen, que terminará colmado de riquezas y honores, obsesiona al poeta durante toda su vida. En sus cuentos y novelas el tema aparece tratado de múltiples formas. Pero aunque es cierto que en todo tiempo se siente como guiado por la divina providencia, el éxito va a tener que ganárselo a pulso, superando grandes dificultades sin perder los ánimos.
Empieza inventando obritas disparatadas para su teatro de títeres y declamándolas ante los vecinos, y termina exhibiéndose ante la gente más ilustre de la ciudad. En 1819, a la edad de 14 años, consigue el permiso de su madre y, sin apenas saber leer ni escribir, marchó a la ciudad de Copenhague, buscando sólo hacerse famoso en el mundo del teatro.



En el momento en el que alcanzó mayor renombre, se encontraba con una terrible crisis de soledad, que le acompaño prácticamente toda su vida. No se casó nunca ni fundó un hogar, no tenía casa propia. Comía a diario en casa de sus amigos y vivía casi siempre en habitaciones alquiladas.
La eterna pugna por integrarse dentro de una clase social y un mundo cultural a los que no pertenece va a ser el del personaje de su "Sirenita"(Fig.4), con la que tan identificado se siente, que abandona por amor las aguas donde vive, pero al no ser correspondida en sus sentimientos, no encuentra tampoco su sitio en al tierra y queda sola, excluida de los dos mundos, para terminar disolviéndose en espuma de mar.
La imagen de Andersen que ha pasado a la historia de la literatura universal es la de un hombre apacible, rodeado de chiquillos a los que entretiene leyendo sus cuentos. Tal imagen no corresponde del todo a la idea que tienen de él sus compatriotas, especialmente los que le conocieron bien. Bajo aquella apariencia bondadosa se ocultaba una personalidad francamente difícil. Continuamente se habla de su vanidad, de su egocentrismo, de su susceptibilidad enfermiza, de sus cambios de humor, de sus arbitrariedades, de su servilismo con los de arriba, a los que al mismo tiempo critica en sus escritos.
Respecto a su amor por los niños, que es parte del mito personal de Andersen, no parece que fuera un rasgo notable de su personalidad. Cuando con ocasión de su setenta aniversario se le dedicó la estatua (Fig.5) que hoy preside los Jardines del Rey en Copenhague, el escritor se negó a que se representara su figura rodeada de niños, ya que los cuentos que había escrito iban destinados a gente de todas las edades y no especialmente a los pequeños, como erróneamente se ha creído.

Hans Christian Andersen


La Sirenita, El patito feo, El soldadito de plomo, El traje nuevo del emperador o La pequeña cerillera, son solamente algunos de los más de 100 cuentos que Hans Christian Andersen escribió, elevando el cuento a la categoría de obra literaria y dotando a los personajes de sus historias de una psicología compleja.
La vida de Andersen fue una paradoja : pocos autores han conocido en vida un éxito absoluto, murió a los setenta años, en la cúspide de la fama, pero siempre se sintió descontento con su suerte.. El niño, hijo de un zapatero, que llega a Copenhague a los catorce años y que después de años de hambre logra convertirse en un escritor archifamoso , no fue un hombre feliz. No tuvo éxito como autor dramático, sus piezas y sus novelas adultas, con las que pretendía alcanzar la inmortalidad, nunca fueron apreciadas por nadie. Viajó por toda Europa y fue agasajado por reyes y aristócratas pero se sentía siempre como el patito feo de su cuento.
Este año se celebra el bicentenario de su nacimiento con actos conmemorativos en todo el mundo. El Servicio de Información y Referencia d
de la Biblioteca Pública de Cuenca se suma a dicha celebración y le invita a través de este dossier informativo a conocer la vida, obra y el país del "inventor del cuento".

Estetismo en el cuento

En sus cuentos, Andersen es sensible a la belleza y sabe otorgársela a los personajes y a las cosas así como a la naturaleza. Su desarrollado sentido de la observación le permite ofrecernos finas y precisas descripciones. Además, sus numerosos viajes le permiten situar sus relatos en escenarios muy ricos y variados. La naturaleza, por la que Andersen siente respeto y amor, es descrita de forma poética y, en ocasiones, esta dotada de un toque de lirismo romántico que coloca ante nuestros ojos imágenes evocadoras. Así ocurre en La Virgen de los hielos que comienza con una pormenorizada y sugerente descripción de Suiza.
Andersen nos ofrece también bellos retratos de personajes que se inscriben en la tradición poética del cuento como ocurre en La Pequeña Ondine. El autor suele introducir en escena a artistas (pintores, escultores o poetas) que están especializados en la belleza.
En Charmant, Hans Christian Andersen insiste en el hecho de que lo bello es importante pero no primordial : es la historia de un escultor que se casa con una joven muy bella con la que no tarda en aburrirse. Pronto va a sentirse seducido por una amiga de su esposa, sin belleza pero de vivo espíritu.

Personaje incómodo en el universo en el que le ha tocado vivir


El Patito Feo (1842) : el personaje es rechazado por todos a causa de su físico por lo que se ve obligado a marcharse para no tener que soportar las burlas y los golpes de los otros. Vive solo, puesto que nadie le acepta realmente tal como es, hasta que un día se atreve a dirigirse a los cisnes, ellos no le rehuyen y descubre entonces que él mismo es un cisne majestuoso.
Aunque este cuento no muestra una sociedad tolerante, es sin embargo optimista con respecto a los otros en lo tocante a este tema : el patito feo, tras pasar varios infortunios, termina encontrando su lugar en una sociedad a su medida en la que va a encontrar la felicidad.En los otros cuentos encontramos el caso contrario : la historia de un personaje perfectamente integrado en la sociedad en la que vive, que lo tiene todo para ser feliz, pero que desea algo más y hace todo lo posible para conseguirlo. La Pequeña Ondine (1835) : princesa del reino submarino, es la más hermosa de las seis sirenitas y tiene la voz más bella. Aunque es objeto de la admiración de todos, ella desea otra vida. Desafiando los peligros, y pasando por sacrificios terribles, va a intentar tener un alma eterna a través de un amor humano que finalmente le es negado y muere.La Dríade (1868) : aunque vive feliz en su tierra, quiere descubrir y recorrer París. Se le ofrece poder hacerlo a cambio de reducir su esperanza de vida al mínimo y ella acepta. Tras disfrutar intensamente de su visita a París, muere.
Son cuentos pesimistas puesto que terminan mal. Sin embargo, los personajes no se quejan en ningún momento, ni se arrepienten de su elección. Lo más importante para ellos es llegar hasta el final de sus deseos y ambiciones.Estos personajes se parecen al narrador : no tienen reparos en seguir su camino y su propia vocación.


http://www.ricochet-jeunes.org/es/biblio/base9/andersen.htm

martes, 4 de noviembre de 2008

AUTOR


El patito feo es un cuento clásico-contemporáneo escrito por Hans Christian Andersen sobre un patito particularmente más grande, torpe y feo que sus hermanitos. El cuento fue publicado por primera vez el 11 de noviembre de 1843 y fue incluida en la colección de Nuevos Cuentos (Nye Eventyr) de Andersen en 1844
En el bicentenario de su nacimiento, en todo el mundo se celebran sus clásicos infantiles y se conjetura sobre su
biografía. La historia del escritor danés parece salida de un cuento: nació pobre y murió célebre y rico. Pero vivió atormentado.

Se sentía feo. Sin ningún atractivo físico ni talento para la conquista amorosa. De una familia extremadamente pobre, en un reino y una época blindados al progreso personal y el ascenso social, él se convertiría de manera subrepticia en el verdadero protagonista de varias de sus propias historias.
Hans Christian Andersen: el pobre convertido en rico, el patito feo transformado en cisne esplendente. A 200 años de su nacimiento, Dinamarca apronta los fastos para recordar a su hijo dilecto y en todo el planeta se ajustan los detalles de la celebración: reediciones, películas, biografías, obras de teatro. El soldadito de plomo, La sirenita, El ruiseñor, Pulgarcito, historias repetidas a los oídos de una generación tras otra, ademán ritualizado de la infancia. ¿Hay algún bisabuelo, abuelo, padre o hijo que ignore esos cuentos infantiles? ¿Qué no los haya escuchado o repetido?
Más allá de que hubiera preferido trascender como novelista o dramaturgo antes que por el desdeñable sitial de "autor de literatura infantil" (se opuso a que la estatua con que se lo homenajeó al cumplir 70 años, y que ahora preside los jardines del Rey en Copenhague, lo representara rodeado de niños), a Andersen le encantaría verse reflejado en este 2005 que se le dedica. La obsesión por su propia imagen no precisa psicodiagnósticos: decenas de sus retratos, una manía que inauguró en 1874 apenas puesto en circulación el daguerrotipo, puede encontrarse
aquí. Igual a sí mismo, con idéntica expresión y postura, esta particular egolatría muestra, además de la hendidura física del tiempo, su empecinada vanidad. Los biógrafos coinciden en que esa era una de las características centrales de su personalidad. Otras: una enorme confianza en el destino, su tristeza, su hipocondría, sus deseos de trascendencia, la soledad y su falta de amor.
Adelantándose a las consideraciones de sus inevitables exégetas, Hans abre El cuento de mi vida, su autobiografía, con una contundente desmentida a futuro: "Mi vida es un bello cuento, ¡tan rica y dichosa! Si de niño, cuando salí a recorrer el mundo, solo y pobre, me hubiese salido al paso un hada prodigiosa que me hubiera dicho: Escoge tu camino y tu meta, que yo te protegeré y te guiaré conforme a las facultades de tu entendimiento y conforme es razón que se haga en este mundo", no pudiera mi suerte haber sido más feliz".
Hans nació el 2 de abril de 1805 en una pieza minúscula de Odense, entonces la segunda ciudad de Dinamarca. Todavía hoy, a los peregrinos que visitan la casita convertida en museo les cuesta creer que en esa superficie de pañuelo encontraran sitio el hogar, que su madre lavandera mantenía con prolija delicadeza, y el taller de zapatero de su padre, que se las había rebuscado para hacer la cama matrimonial con las tablas en las que antes había estado expuesto el ataúd de un conde. Hijo único, recibió allí todo el consentimiento que el mundo le escatimaría durante los primeros años. Su papá era un hombre culto y sensible que no encajaba en aquel rudimentario rompecabezas: frustrado por no haber podido estudiar, tampoco lograba el consuelo compensatorio del diálogo ilustrado, en especial de su esposa, una mujer supersticiosa que le llevaba 15 años y a quién escandalizaban sus ideas de librepensador. El legó a su hijo la pasión por la literatura (a pesar de la pobreza tenían una buena biblioteca) y un surtido de teatritos y juguetes caseros. Los muñecos (a los que Andersen diseñaba los trajes) reemplazarían a los chicos de su edad que se solazaban en la burla. Era difícil que Hans, sensible y retraído, se hiciera un lugar a puñetazos. Quedó huérfano a los 11 años. Su padre, en un intento por abandonar la chatura cotidiana, se alistó en el ejército. Su salud no superaría el reto de la vida militar y moriría a poco de regresar a casa. La zozobra económica hizo que la madre buscara una ocupación al chico, hasta entonces sobreprotegido en la cálida burbuja doméstica.

Comienza a publicar una vez liberado del calvario estudiantil, donde al hostigamiento de compañeros y docentes, debía sumar una enorme dificultad para adaptarse a las exigencias de la educación formal y a las maneras de la alta burguesía, tan ajenas a las rudas costumbres provincianas.
A mediados de 1830 ya era un poeta elogiado y autor de varios de los 156 cuentos que escribiría en toda su vida (La princesa y el guisante, El traje nuevo de emperador, El baúl volador... entre muchos otros) Pero recién en 1843, el cuento,
El patito feo llevaría su fama extramuros y lo convertiría en una celebridad en Alemania y otros países en Europa. Para los especialistas, el fenómeno se explica porque Andersen cambió los códigos de la literatura infantil. A los relatos de lata moralina les introdujo humor, cierta anarquía y mucha tristeza. Traducciones deficientes y simplificaciones ofensivas dificultan la lectura de sus cuentos (lo más conocido de una producción que abarcó diarios de viajes, novelas, notas periodísticas, correspondencia, un diario personal de varios tomos y una autobiografía voluminosa) que hoy parecen excesivamente crueles. Hace dos siglos, su prosa liviana y coloquial se impuso al estilo rebuscado de sus contemporáneos. Y una temática reconocible (la pobreza, el abandono, la desesperanza) abierta al cambio súbito y feliz, le franqueó el diálogo con las emociones y esperanzas de los seres humanos de todo el mundo y toda época. Emociones de las que él se privaba.
El desabrido legajo amoroso de Hans Christian Andersen, concita renovadas intrigas, ahora que para ciertos críticos las claves de una obra deben rastrearse en la intimidad del creador. Es fácil encontrar reflejos biográficos en la pobreza y el desamparo de sus personajes. De la misma manera que es transparente para la mayoría, su recurrente parábola del pobre desgraciado al que la suerte o el destino vuelven rico y querido. Pero lo que intriga hoy a ciertos investigadores es menos el alcance crítico de su obra, que los contornos difusos de su vida erótica: la abstinencia sexual (los documentos coinciden en que murió virgen) y su presunta y reprimida homosexualidad. En su correspondencia, su diario y hasta en El cuento de mi vida, escribió sobre su imposibilidad de casarse con alguna de las cuatro mujeres de las que se declaró enamorado, sobre su casto contacto con prostitutas las pocas veces que lo arrastraron a algún burdel, y sobre su costado femenino. Hay, obviamente, poca carne para alimentar el morbo de sus seguidores. Apenas unas cartas de elíptico romanticismo, la dedicatoria de algún libro y anécdotas deslucidas. Para pasar en limpio quedan suspicacias sobre su apasionada admiración por la cantante lírica Jenny Lind y por la íntima relación con Edvard Collins, hijo de una acaudalada familia que lo había acogido como a un miembro más. Su amistad con las elites nobiliarias y burguesas de toda Europa eran su mayor orgullo.

Una personalidad conflictuada e irascible, con explosivas combinaciones de paranoia, egolatría e inseguridad fueron aislándolo. Murió en 1875, en la casa de una de las pocas familias de amigos que le quedaban. A sus funerales acudió todo Dinamarca, que lo veneraba como a un héroe, pero ningún familiar. Lo enterraron junto con el querido Edvard Collins y su esposa.

El mensaje

Este cuento, con su graciosa parodia de la autoestima humana, se considera una metáfora de la experiencia de la incómoda etapa en el crecimiento de un infante. Como cuento de hadas, es utilizado para hacer que los niños se sientan menos avergonzados sobre sus diferencias. La moral de la historia está oculta en el cuento: Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Un ejemplo de la vida real sería un niño o una niña que se ve o actúa diferente a los demás niños y niñas alrededor de él o ella. El cuento de hadas trae la esperanza de que esas diferencias resultarán en beneficios especiales y un futuro brillante:

"Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón, "Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo."
El patito feo se ha convertido en una metáfora que se usa para cualquier cosa que al principio no se tomaba en cuenta pero que después se hace popular o mejor. Por ejemplo: "¡Es increíble que Fulanito sea el mejor estudiante de la clase! Antes sólo obtenía calificaciones bajas, era el patito feo de la clase."

El Mensaje del Patito Feo

Este cuento, con su graciosa parodia de la autoestima humana, se considera una metáfora de la experiencia de la incómoda etapa en el crecimiento de un infante. Como cuento de hadas, es utilizado para hacer que los niños se sientan menos avergonzados sobre sus diferencias. La moral de la historia está oculta en el cuento: Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Un ejemplo de la vida real sería un niño o una niña que se ve o actúa diferente a los demás niños y niñas alrededor de él o ella. El cuento de hadas trae la esperanza de que esas diferencias resultarán en beneficios especiales y un futuro brillante:
"Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón, "Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo." El patito feo se ha convertido en una metáfora que se usa para cualquier cosa que al principio no se tomaba en cuenta pero que después se hace popular o mejor. Por ejemplo: "¡Es increíble que Fulanito sea el mejor estudiante de la clase! Antes sólo obtenía calificaciones bajas, era el patito feo de la clase."

domingo, 19 de octubre de 2008

EL VERDADERO CUENTO ¡COMO SE PUBLICÓ!

¡Qué lindos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.
Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.
-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.
-¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.
-¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.
Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.
-¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita.
-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme?
-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…
-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.
-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.
Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:
-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.
Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.
-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.
-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.
Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.
-¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!
Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:
-¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo.
Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.
-¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie.
-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo.
-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo.
-Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros.
Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.
-De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida.
-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena.
Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.
-¡Qué feo es! -decían.
Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.
Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían:
-¡Ojalá te agarre el gato, grandulón!
Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.
Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.
“¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.
A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero.
-¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía.
-¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.
¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.
Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.
-Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.
-¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua.
Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!
El patito dio un suspiro de alivio.
-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires.
Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies.
Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo.
En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernascortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija.
Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.
-Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba.
Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.
-¿Puedes poner huevos? -le preguntó.
-No.
-Pues entonces, ¡cállate!
Y el gato le preguntó:
-¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?
-No.
-Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.
Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina.
-¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.
-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!
-Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúntale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?
-No me comprendes -dijo el patito.
-Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. De seguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.
-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito.
-Sí, vete -dijo la gallina.
Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.
Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.
Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas.
Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era!
¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo.
A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo.
Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.
Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.
Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.
-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.
Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.
-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!
Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.
En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:
-¡Ahí va un nuevo cisne!
Y los otros niños corearon con gritos de alegría:
-¡Sí, hay un cisne nuevo!
Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía:
-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es!
Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:
-Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo.

http://www.wikipedia.com/cuentoelpatitofeom/cuentoelpatitofeo

domingo, 5 de octubre de 2008

EL PATITO FEO


Como cada verano, a la Señora Pata le dio por empollar y todas sus amigas del corral estaban deseosas de ver a sus patitos, que siempre eran los más guapos de todos.
Llegó el día en que los patitos comenzaron a abrir los huevos poco a poco y todos se congregaron ante el nido para verles por primera vez.
Uno a uno fueron saliendo hasta seis preciosos patitos, cada uno acompañado por los gritos de alborozo de la Señora Pata y de sus amigas. Tan contentas estaban que tardaron un poco en darse cuenta de que un huevo, el más grande de los siete, aún no se había abierto.
Todos concentraron su atención en el huevo que permanecía intacto, incluso los patitos recién nacidos, esperando ver algún signo de movimiento.
Al poco, el huevo comenzó a romperse y de él salió un sonriente pato, más grande que sus hermanos, pero ¡oh, sorpresa!, muchísimo más feo y desgarbado que los otros seis...

La Señora Pata se moría de vergüenza por haber tenido un patito tan feísimo y le apartó con el ala mientras prestaba atención a los otros seis.
El patito se quedó tristísimo porque se empezó a dar cuenta de que allí no le querían...
Pasaron los días y su aspecto no mejoraba, al contrario, empeoraba, pues crecía muy rápido y era flacucho y desgarbado, además de bastante torpe el pobrecito.
Sus hermanos le jugaban pesadas bromas y se reían constantemente de él llamándole feo y torpe.
El patito decidió que debía buscar un lugar donde pudiese encontrar amigos que de verdad le quisieran a pesar de su desastroso aspecto y una mañana muy temprano, antes de que se levantase el granjero, huyó por un agujero del cercado.


Así llegó a otra granja, donde una vieja le recogió y el patito feo creyó que había encontrado un sitio donde por fin le querrían y cuidarían, pero se equivocó también, porque la vieja era mala y sólo quería que el pobre patito le sirviera de primer plato. También se fue de aquí corriendo.
Llegó el invierno y el patito feo casi se muere de hambre pues tuvo que buscar comida entre el hielo y la nieve y tuvo que huir de cazadores que pretendían dispararle.
Al fin llegó la primavera y el patito pasó por un estanque donde encontró las aves más bellas que jamás había visto hasta entonces. Eran elegantes, gráciles y se movían con tanta distinción que se sintió totalmente acomplejado porque él era muy torpe. De todas formas, como no tenía nada que perder se acercó a ellas y les preguntó si podía bañarse también.
Los cisnes, pues eran cisnes las aves que el patito vio en el estanque, le respondieron:
- ¡Claro que sí, eres uno de los nuestros!
A lo que el patito respondió:
-¡No os burléis de mí!. Ya sé que soy feo y desgarbado, pero no deberíais reír por eso...
- Mira tu reflejo en el estanque -le dijeron ellos- y verás cómo no te mentimos.
El patito se introdujo incrédulo en el agua transparente y lo que vio le dejó maravillado. ¡Durante el largo invierno se había transformado en un precioso cisne!. Aquel patito feo y desgarbado era ahora el cisne más blanco y elegante de todos cuantos había en el estanque.
Así fue como el patito feo se unió a los suyos y vivió feliz para siempre.
FIN